Historias de amor

Hay una imagen que tengo grabada en mi mente de una historia que me fascinó para el resto de mi vida. Es de un libro que encontré de chiquita, vagando por la casa donde crecí. En la ilustración había un humanoide con dos caras, una a cada lado de su torso. La historia trataba sobre seres completos, pero por algún castigo divino separados y condenados a reencontrarse de nuevo, porque eran destinados a estar juntos.

Probablemente era el mito de los Andróginos en El Banquete de Platón. Según el mito, los humanos, en su origen, eran seres redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas y dos caras. Eran tan poderosos que desafiaron a los dioses. Como castigo, Zeus los dividió en dos, creando así nuestra humanidad actual: dos mitades destinadas a buscarse, siempre anhelando esa unión que los haga sentir completos de nuevo.

Hace unos días, hojeando Gene Keys de Richard Rudd, me encontré con una de las descripciones en la que reconocí mi propia energía reflejada en las palabras:

“Estas personas están guiadas por el mito del amor verdadero, anhelando profundamente en sus almas, lo que da forma a sus palabras y acciones. A un nivel más alto, reflejan la angustia y la belleza de esa añoranza humana.”

No puedo negar que soy así. Esa añoranza siempre me ha acompañado. Desde que era pequeña, tenía una sensibilidad especial hacia las palabras, y cuando encontraba versos de poemas, libros, canciones, que me atrapaban, sentía una paz indescriptible. Como si, por fin, encontrase a alguien quien siente como yo ( o sentía, en el caso de varios poetas muertos). Alguien que podía explicar con palabras toda la tormenta de emociones dentro de mí. Pues esos versos respondían a la eterna pregunta que me rondaba: ¿Hay alguien para mí en algún rincón del mundo?  ¿Soy una de las dos mitades separadas por los dioses?

Revisando mis viejos diarios, encontré textos que hablaban de ese deseo de fusión, esa petición lanzada al Universo por encontrar a alguien que me ame tal y como soy. Esa sensación apareció muy pronto en mi vida. Me refugiaba en mi mundo interior, imaginando cuentos de hadas… donde, por supuesto, siempre era el príncipe azul quien me rescataba de los monstruos. Y sí, ese anhelo venía de las dinámicas familiares, de sentirme rota, extraña y no suficiente desde el comienzo de mi camino en este mundo. La psicología lo llama disociación. Estoy completamente consciente de que era mi escapismo, pero también era mi salvación ante una realidad que no siempre fue acogedora. Me han dicho que soy neurótica… Ya no tanto, porque ya no busco validación externa, exploro cómo se siente ser yo misma. Y, ¡joder!, me encanta mi melancolía. Sin ella, no estaría aquí. Es mi superpoder. A través de ella, veo esperanza. 

Y en ese momento de aceptación de lo que se podia entender como mi dark side, llegue a la conclusión, a la que luego encontré perfectamente explicada por Rudd en el mismo libro, anteriormente mencionado. Va de búsqueda y va asi:

«Se dice que el mayor obstáculo para la realización es la búsqueda en sí misma. Todos los caminos espirituales comienzan por la urgencia de terminar con el sufrimiento. Es tu falta de aceptación del sufrimiento lo que te ha convertido en un buscador, y, mientras buscas, te vas a dar cuenta de que tu búsqueda se basa en la necesidad de evitar entrar en tu propia herida.» 

Por otra parte, pero que perfectamente se une con el concepto de Gene Keys, Kabbalah en sus enseñanzas básicas, nos habla de un mecanismo que sucede cuando persiguimos o forzamos el cumplimento de nuestros deseos. Ahí nos explican que, es el modo más efectivo de alejarnos de ello. Tachapum!
Unica manera de vivir satisfechos, en paz o con el éxito (Human Design), es lanzarnos a confiar en la vida, porque Universo siempre quiere lo mejor para nosotros.

Por eso siempre he creído que la vida nos pone en el camino las experiencias necesarias para aprender. Para elevarnos en esta aventura llamada vida, debemos hacer “morir” nuestro ego.

Y así, siguiendo el deseo de amor y al analizar mis relaciones cercanas, estoy pensando que quizá tenemos más de una “media naranja” en diferentes aspectos de nuestra vida. Tengo a mi hermana, con la que desentrañamos los misterios del universo y de nuestro linaje. Tengo mi amiga de toda la vida, con la que sobreviví a la adolescencia, siempre presente en el flujo de nuestras vidas, aunque de manera intermitente. Otra amiga que esta conmigo por el arte de magia, la mutua pasión por los cristales y las cartas de Tarot, ella tiene una habilidad hermosa de revivir en mi el fuego sagitariano que compartimos. Y luego está la amiga de la vida adulta, la que me sostuvo la mano y el cuerpo mientras daba a luz a mi segundo hijo. Ella es más fuerte de lo que cree y me enseñó un tipo de amor que creía imposible. Le pertenece una mitad de mi corazón para siempre.

Y mis hijos, claro. Cada uno de ellos llena distintos rincones de mi ser. Son la alegría constante, la chispa de la vida, el reflejo de mi amor incondicional y la razón de emprender el viaje a través de las sombras. Ellos me enseñan como quererme a mí misma.

Finalmente, está el amor entre la energía masculina y femenina, el ying y el yang, o el alfa y el omega. La unión sagrada. Esto me lleva a pensar en las twin flames, o llamas gemelas, un concepto que hasta hace poco desconocía. Es una versión más espiritual de ese mito ancestral, donde dos almas fueron una sola, y al separarse, sienten una llamada que las empuja a reencontrarse. Una conexión que trasciende el amor romántico y resuena en lo más profundo del ser.

Creo que la vida se trata de encontrar esos pedazos que nos faltan, esas mitades que nos completan. Algunas las encontramos en la amistad, otras en nuestros hijos, en la familia. Y, a veces, si tenemos suerte, encontramos esa llama gemela que hace que todo cobre sentido, como si siempre hubiera estado ahí, esperando ser encendida.

Pero, sobre todo, tenemos que aprender a respetarnos a nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestro corazón. Estamos aquí, encarnados en este mundo tangible, y creo profundamente que la vida es para disfrutarla. Y entre todo lo que pasa ahora en el mundo y en la vida de cada individuo, creo que esta es la mayor lección que debemos aprender: Own your shit and be happy on your terms.

Soy una romántica perdida, ¿qué le vamos a hacer? 

Con amor,