Datos técnicos:
influencia de la Puerta 44 – Diseño Humano
En la vida, cada uno de nosotros lleva consigo una serie de experiencias complejas, marcadas por vínculos profundos y cicatrices dolorosas. Cada uno de nosotros está marcado por la historia de su vida. Salimos de ahí más o menos perturbados; algunos todavía batallando con los fantasmas del pasado, otros avanzando en piloto automático. En mi propia piel llevo marcas que han acentuado mis caminos más de lo que me gustaría, más de lo que me daba cuenta. No veía nada, hasta que la vida me obligó a parar. Y en esa quietud, salió la verdad.
Desde niños, creamos mecanismos que nos protegen ante las incertidumbres y el dolor. El cerebro de un pequeño ser decide cómo llevar adelante su historia, disocia.
Desde el inicio, mi vida estuvo moldeada por la ausencia – primero psicológica, luego física – de mi madre y una figura paterna tumultuosa que dejó un rastro de inseguridad y pena. Con cada giro del camino, me encontraba navegando un mar de emociones turbulentas, tratando de hallar mi rumbo en medio de sus tormentas.
La sombra de mi padre, con sus trastornos y comportamientos erráticos, oscurecía mi infancia, alterando el paisaje familiar y dejando cicatrices invisibles en mi corazón. Su lucha contra sus propios demonios me obligó a crecer demasiado rápido, convirtiéndome en guardiana de su fragilidad, mientras sacrificaba mi propia identidad por algo que no me pertenecía.
Con el paso de los años, o más bien, recientemente, descubrí que las huellas de mi relación con mi padre se extendían mucho más allá de la niñez. Cada interacción y decisión estaba impregnada de su influencia, tejiendo una red invisible que me atrapaba en un ciclo interminable de codependencia y autonegación.
La búsqueda ansiosa de amor y aceptación, que comenzó en el lugar que se supone debería ser el más seguro para una niña, mi hogar, se extendió a cada rincón de mi vida adulta, guiando mis elecciones y relaciones. Me encontré repitiendo patrones familiares, buscando inconscientemente la figura del padre en cada conexión humana, dejando atrás a las personas con las que la vida era fácil y quedándome con las que me hacían luchar por ello.
Pero en medio de la oscuridad, descubrí que la luz solo puede filtrarse a través de las grietas más oscuras del alma. A través del doloroso proceso de introspección y autoconciencia, comencé a desentrañar los nudos de mi pasado y a liberarme de las cadenas que me mantenían prisionera de viejos traumas.
Lo asombroso es que, a través de los gráficos energéticos, existe la posibilidad de encontrar nuestros bloqueos. Todo en el mundo son patrones; hay que llevarlos a nuestras vidas, hacer el espejo, sincerarnos con nosotros mismos y dejar ir el pasado. No es un proceso fácil, hay que pacificar nuestro ego y hacérnoslo consciente, sentir en el cuerpo, pasar vergüenza, miedo, fracaso otra vez como aquella vez que uno encerró su verdadero yo tras una máscara para encontrar un mínimo sentido de seguridad.
Hoy, miro hacia atrás con gratitud por cada cicatriz, cada herida que ha marcado mi piel y mi corazón. Porque sé que en la vulnerabilidad se encuentra el poder de la transformación, la promesa de un nuevo amanecer donde el amor brilla con una luz inextinguible.
En mi viaje hacia la sanación, he descubierto que el amor verdadero comienza dentro de uno mismo. Solo al abrazar nuestras propias sombras podemos encontrar la paz y la plenitud que tanto anhelamos. Aunque el camino aún es largo y sinuoso, cada paso me acerca un poco más a la libertad y a la luz que brilla en lo más profundo de mi ser. Sin embargo, también comprendo que abrazar esa oscuridad, parte inevitable de mi niñez, es crucial para mi crecimiento. Es algo que hago con la determinación de seguir adelante y compartir esta experiencia con otros. La emoción de descubrir hacia dónde me llevará mi autenticidad sigue siendo mi guía, y estoy curiosa por ver qué nuevas posibilidades se abrirán ante mí.
Este es el principio de mi historia… y una advertencia amistosa para las figuras paternas de las pequeñas criaturas: sean el mejor ejemplo que puedan, el que a ustedes mismos les hubiera gustado tener en su infancia. No es un secreto divino que los chicos crecen reflejando al hombre de sus vidas y las niñas lo buscarán en sus parejas.
Con amor,